martes, 10 de febrero de 2009

Hasta el minuto de la muerte

Pues ocurre a veces que nada pasa; O nada importante; O nada que el oráculo considere importante... Y entonces toca esperar. Noche tibia, noche lenta.

Pasan los minutos. El menú del día está servido: Muerte, "drama" -esa maldita y facilista palabra casi siempre asociada al pueblo cuando llora-, FARC, uniformados sin corazón, secuestro, pobres inunadados, ricos con aspiraciones de más poder, paras, droga, hombres que multiplican el dinero y los seguidores a sus sectas; los mismos políticos mentirosos, las mismas declaraciones de guerra, el folclore, los más atroces rumores -casi siempre certeros- que como las cordilleras atraviezan el país y que llegan hasta la fría capital con un leve olor metálico, con la presunción de que ese aroma globuloso al que nos hemos acostumbrado esté cargado de balas... un día en la eternamente agreste Colombia.

Como diría la cuña: "Uno, dos, tres... grabando". Y ahí se van deslizando por el aire -sabrán cómo esos hombres tristes cuadrículados y lúgubres a quienes aqui llaman "inges"- las imágenes, los sonidos. Con todo lo bueno y todo lo malo que pueden producir esas imágenes, esos sonidos. "Aquí están las noticias".

Las imágenes son tozudas, rebeldes. Por más que las quiera modificar el sonido, ellas van con el veneno en su interior. El video de una "humilde morada" no oculta la verdad tras el rancho de miseria que es.

Y nada pasa. Dicen. Pero la verdad es que muchas cosas pasan. Hay un bar donde las niñas de bien bailan hasta entrada la madrugada. Como es un día escolar, dicen en sus casas que andan estudiando. Y nada pasa. Los amantes hacen el amor con desgano porque a la final, hoy fue un día muy pesado en la oficina. Y nada pasa. Luego los borrachines y marihuaneros pasean por las calles como si aquellos muros que los rodean necesitaran de un vigilante con los estados alterados. Y nada pasa. Así va dando vueltas el mundo, un mundo que....

Suena el petardo.

Me tengo que ir.

Suenan los teléfonos.

Se acabo la espera.

Suena la radio.

No quería que lleguara este momento, el que cada noche con resignación espero; el instante indeseado y tan inevitable, como la muerte que ahora ronda en la ciudad, que acaba de llegar.

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