viernes, 4 de julio de 2008

De instantes y palomas

Atrás estaba colgada una imagen gigantesca que clamaba el acuerdo humanitario. La plaza, como todos los días, olía a esa mezcla rara entre la bisutería, el orín, la montaña y el hielo. Y las palomas. O a caca de paloma. Caía el maiz y un aleteo alborotaba todo. Estabas de visita en la ciudad, embutida en una chaqueta negra que te hace juego con tu cabello brillante y tu piel pálida. No sé por qué no me fijé antes. Pero ese instante, en el que una paloma come de tu mano, está ahora bien guardado en mis recuerdos, como la fotografía que me hizo recordarlo.

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