martes, 29 de abril de 2008

El perro obrero

Tenía la lengua aufera, su pelo negro apenas se movía y la mirada fija al otro lado de la calle. Yo venía del oriente. Crucé la calle. Me interpuse un instante y él apenas agitó su hocico para no perder su objetivo. Un collar rojo y delgado le apretaba el cuello, un cordel delgado lo aprisionaba, hasta que llegara un carro y tuviera que olfatear, no vaya a ser que nos vuelen el edificio con una bomba. Los niños siguieron patiando el balón alegremente mientras el perro, triste y atento, lo seguía con la mirada

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